a los censores
Se pasaron la vida diseñando un patíbulo
que recobrase —después de cada ejecución—
su inocencia perdida.
Y apareció el patíbulo,
diestro como un obrero de avanzada.
¡Un millón de cabezas cada noche!>
Y al otro día más inocente
que un conductor en la estación de trenes,
verdugo y con tareas de poeta.
que recobrase —después de cada ejecución—
su inocencia perdida.
Y apareció el patíbulo,
diestro como un obrero de avanzada.
¡Un millón de cabezas cada noche!>
Y al otro día más inocente
que un conductor en la estación de trenes,
verdugo y con tareas de poeta.
Heberto Padilla
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