¿Quién dijo miedo?



Le apuntarán con rifles a la región del saco
el saco ha de dejarles perforar la camisa
la camisa de cándida permitirá que lleguen hasta el pecho
el pecho heroicamente sabrá ahí mismo convertirse en rosa
la rosa echará pétalos por los cuatro costados de la sangre
la sangre comedida irá a entregarle su caudal al río
el río asumirá la empurpurada fisonomía del obrero
y el obrero sin pausas ha de seguir pidiendo
pidiendo que le suban el salario
aunque después sus restos
vayan a exagerar el cementerio

Otros verán que tiene motivos el salario
para creer que es poco lo que le da a la casa
la casa tiene esposa
a la esposa le cuelgan como flecos los hijos
a los hijos no hay pan que no les ladre
no hay ladrido pequeño que no implore un juguete
ni hay juguete tan tonto que se ponga furioso
el día que lo adquieren porque lo rompa un niño
Pero al niño de veras solamente lo encarga
la madre cuando sabe que ha llegado el aumento
al aumento le dan de bofetadas sin asco los patrones
e irreductible la inclemencia de éstos
al perro de juguete
al chico que no ladra
a la madre atrevida que lo compra
y al jornal microscópico del padre
no les queda otra cosa que la huelga

La huelga es la antesala de la muerte
la muerte es una hilera de fusiles
los fusiles son seres
expertos en el arte de asesinar camisas
las camisas se abrigan con los sacos
los sacos son parientes de los pechos
en los pechos revientan las rosas de la sangre
la sangre nunca para hasta que llega al río
y este río de espantos desemboca
inapelable inexorablemente
en el mar sin perdones de la revolución.
 
 
Alberto Hidalgo
en Poesía Inexpugnable, 1962.

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