Viaje por los huesos

 
Ahora viajo de incógnito por el haz de mis huesos
Por planicies unánimes de horizontes ilesos.
Entre blancuras solas,
¡ah, qué música inerte!
Oigo en noche lejana de cedrón y amapolas
el beso original que fundó tanta muerte.

En estos huesos puros, de terrestre destino,
bajo intemperies lácteas, mi mañana adivino.
Y en sus solas blancuras
De apariencia esteparia,
reconocer no puedo mis cenizas futuras,
mi austera calavera, puntual y solitaria.
Pero ahora en mis huesos, genealógicos, fieles,
un suave ayer recobro de memorables mieles,
Con una luz antigua
de absorta primavera,
ese candor ingrávido todavía atestigua
la niñez celestísima, la sonrisa primera

Huesos donde mi muerte infantil reposaba,
por un tímido ruego contenida su aljaba.
Desde el ampo risueño,
aún mí madre me mira.
Ya, con mentón vencido, no calla hasta en el sueño.
Ya, con semblante alegre, se levanta y respira
¡Ay huesos, huesos míos, de entornada memoria
que abro con una clara lágrima expiatoria!
Tal en una cisterna
de dócil resonancia,
en los átomos tibios oigo la voz paterna
como en aquel domingo flamante de la infancia.

Roberto Ibáñez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario