Día por día
yo te pido, Señor
que hagas llegar hasta la sombra mía
un poco de tu amor.
Que aquel que levantó su mano airada
y me hirió sin piedad el corazón,
le envíes la bondad de tu mirada
de indulgente perdón.
Tal vez no fué maldad, tal vez la vida
y sus fibras de ternura no templó,
y su bondad aun sigue dormida
esperando la luz que no llegó.
Yo te pido, Señor, día por día
y yo confío en tu infinito amor;
que al que secó mis fuentes de alegría
Tú le tornes mejor.
Que la pena que sufro por aquellos
que en mi alma clavaron su aguijón
se me trueque en ternura y la devuelva
como una rosa blanca el perdón.
Beatriz Eguía Muñoz
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