Silbando bajito, ando




Silbando bajito, ando.
Me construyo un girasol
- es decir, me lo dibujo -
y lo pego en la pared desnuda y grisácea del hospicio.
Después le pongo yerba al mate
y me voy a pasear por mis recuerdos.
Había una mamá, allá en mi infancia,
que trenzaba mi rubia cabellera,
que me ponía moños primorosos
y vestiditos con puntillas.
-mamá no vino a verme nunca
ahora que estoy en el hospicio-
¡Cómo me gustaría que me trenzara el pelo!
Estoy aburrida de ser grande y estar sola.

A veces hasta me aburro de estar loca
y juego a la lucidez, por algún rato.
Mientras, me cebo otro amargo
que aseguro – ayuda - a soportar la realidad,
los abandonos,
los etcéteras.
Me construyo otro girasol
- es decir, me lo dibujo -
y lo pego en las paredes del hospicio.
(Ya casi tengo un girasolar completo)
 
 Marisa Wagner

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