Desencuentro con Arlt



No te vi nunca.
Sólo escuche de lejos la latidora maravilla de tu saludo.
Y adiviné tu ingreso en el coro de amigos cada vez más claro
(más escaso o numeroso, no importa)
en cuya voz me apoyo para los ascensos o descensos más arriesgados.

No te ví nunca.
Y cuando viajé hacia ti
tú acabas de ser llamado a integrarte a las inmortales y videntes
fuerzas
que desposan cada día el cielo a la tierra

No te ví nunca.
No te ví caminar a mi lado,
acompasando con tus pasos mis latidos;
no escuché con mi corazón saliéndose de la vaina,
tu voz profunda de varonía y simpatía,
ni pude espiar pasionalmente, a través de tus ojos.
tu espíritu, Adán desnudo, en su paraíso salvaje.

Yo no pude alcanzarte un pedazo de esa alegría mía
que ayuda a la primavera a desatar los ríos.

No quise mirarte muerto
¿Cómo podía verte?

Tan roja e intensa como el sol es mi devoción de lo que vive
por debajo de las disoluciones, los mausoleos, los dogmas.
Y lo muerto o moribundo
-hombre o pájaro o idea-
no son mi patria, no son mi patria.
 
Luis L. Franco

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