Ninguna ley tengo para ofrecer,
ninguna profecía
salvo la muerte y las revoluciones victoriosas
Dejemos entonces al guerrero en paz
y a los hermanos rotos en medio del camino.
Pasemos al sacrificio.
La ceremonia está servida:
abrazos celebrados detrás de la ciudad,
besos en andenes movedizos,
mudas consignas en salas de espera
y a veces ni un guiño,
nada para despistar,
nada para sobreentender,
sólo los ojos lacios como en mesa de póker
Ya no podremos ser los elegidos por el sol,
los cachorros feroces que asombrarían al mundo.
Apenas si hemos nacido sin querer,
viejos desconocidos a quienes llamo mis amigos
perdidos en el trasbordo y sin saber qué tren tomar
Pero mis compatriotas juegan a dormir y a
olvidarse de todo.
Borrachos que invocan a Dios como a una deuda de juego,
soldados que hacen patria en los umbrales,
álidos maricas dispuestos a fingir hasta el alba,
parejas para las que ha terminado sin gloria
esta noche en la que tanto creyeron,
y también el húmedo insomne
que mueve sus ojos desde el hospital
acechando el ruido de los libres,
aullando por la droga que le traerá el olvido,
el negro paraíso que es dormir una noche
Y aquí
en el centro de la ciudad
las tiernas actrices leen su nombre en el diario
y los tenebrosos también quieren saber
qué pasa en el mundo
mientras los coches llevan solitarias parejas
y todos tanteamos una cama y un nuevo sueño
y la mañana viene trayendo la luz y la paz,
pero no para todos
apenas para nosotros
los ganadores
los verdaderos campeones de la noche.
Mario Trejo
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