Duéleme el cantar, si canto,
duéleme el reír, si rio.
Madre, porque sufro tanto
que hasta el zumo que se exprime
en mi lagar es amargo.
La herida, recién abierta ,
y la ya cicatrizada
que teñida está de rojo,
parece también que sangra.
Me duelen, Madre, me duelen...
¡Estoy toda lacerada!
No hay bálsamo para mis llagas
ni palabras de milagro.
Ha írseme la vida
como el perfume del vaso.
Madre, se me va el perfume...
¡Y ni sabrán que he pasado!
María Isabel Peralta
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