El retorno imposible



 Yo sueño con un viaje que nunca emprenderé,
un viaje de retorno, grave y reminiscente...

Atrás quedó la fuente
cantarina y jocunda, y aquella tarde fue
esquivo el torpe labio a la dulce corriente.

¡Ah, si tornar pudiera! Mas sé que inútilmente
sueño con ese viaje que nunca emprenderé.

Un pájaro en la fronda cantaba para mí...
Yo crucé por la senda de prisa, y no lo oí.

Un árbol me brindaba su paz... A la ventura,
pasé cabe la sombra sin probar su frescura.

Una piedra le dijo a mi dolor: descansa;
y desdeñé las voces de aquella piedra mansa.

Un sol reverberante brillaba para mí;
pero bajé los ojos al suelo, y no lo vi.

En el follaje espeso
se insinuaba el convite de un ósculo divino...
Yo seguí mi camino
y no recibí el beso.

Hay una voz que dice: retorna, todavía
el ocaso está lejos; vuelve tu rostro, guía
tus pasos al sendero que rememoras ; tente
y refresca tus labios en la sagrada fuente;
ve, descansa al abrigo
de aquel follaje amigo;
oye la serenata del ave melodiosa,
y en la piedra que alivia de cansancios, reposa;
ve que la noche tarda
y oculto entre las hojas hay un beso que aguarda...

Mas, ¿para qué, si al fin de la carrera
hay un beso más hondo que me espera,
y una fuente más pura,
y un ave más hermosa que canta en la espesura,
y otra piedra clemente
en que posar mañana la angustia de mi frente,
y un nuevo sol que lanza
desde la altiva cumbre su rayo de esperanza ?

Y mi afán repentino
se para vacilante en medio del camino,
y vuelvo atrás los ojos, y sin saber por qué,
entre lo que recuerdo y entre lo que adivino,
bajo el alucinante misterio vespertino,
sueño con ese viaje que nunca emprenderé.
 
 
Enrique González Martínez

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