Junto a la humilde cruz de mi sepulcro
siembra rosas, hermano,
que ellas perfumen su rincón oscuro...
¡Ya todas sus espinas me clavaron!
Rosas rojas, violentas,
y también rosas blancas...
Daré albor a tu estuche de seda
con la nieve de mi alma,
y rojez con mi sangre a sus corolas
de encendido escarlata...
¡Y cubrirán dos símbolos de vida
su silencio de tumba abandonada!
María Isabel Peralta
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