Tarde de Domingo
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Hubo una soledad antiguamente
y un retrato de sol en la ventana,
y una dulce paloma provinciana
posada en un olivo, dulcemente.
Hubo una soledad junto a la fuente
y una angustia de luz en la mañana,
y un árbol y una estrella tan lejana
que nunca se la vio nítidamente.
Hubo una soledad de grillo y ronda,
y un jinete de espuelas escarchadas.
Hubo una soledad —brújula y viaje—
y una luna fantástica y redonda
y un continuo morir sobre el paisaje
hacia un mundo de cedros y baladas.
Roberto Themis Speroni
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