Miguel Arteche

Miguel Salinas Arteche
Nueva Imperial, provincia de Cautín, Chile, 4 de junio de 1926 - Santiago, 22 de julio de 2012.
Canción a una muchacha ajedrecista muerta / Desengaños / Antes / Scherzo para ciertos hombres públicos / Canción de la hormiga insistente.
-Jardín de relojes, Miguel Arteche, Editorial Semejanza, Chile, 2002.
-Desiertos y tinieblas, Miguel Arteche, Editorial Zig Zag, Chile.
 

Canción a una muchacha ajedrecista muerta

Llueve sobre el verano del tablero.
En blanco y negro llueve sobre ti.
Nadie controla tu reloj: te espero
para jugar allí.

¿Tú mueves o yo muevo? Quién lo sabe.
Quién sabe si allá juega o juega aquí.
De pronto tu tablero es una nave
que te lleva y nos lleva hacia un jardín.

Hacia un jardín remoto de caballos
que inmóviles nos miran, y a un alfil
que negro lanza rayos, rayos, rayos,
y hace mil años que está de perfil.

Hacia un jardín remoto de tres torres
donde una dama blanca va hacia ti,
te llama a ti, y tú hacia ella corres
y no hay en ella fin.

Donde un peón ha roto ya los sellos
y te ciñe las sienes de marfil,
y un rey recoge ahora tus cabellos
para cubrir con ellos su país.

Hacia un jardín remoto al mediodía,
donde el agua se tiende en su dormir,
y ya no hay sed y nunca hay todavía
y hay un árbol de sol en el jardín.

Sólo que tú no estás. Y está la luna
cayendo interminable en el jardín
sobre las soledades de una cuna.
Y hay olor de silencio y de partir.


Desengaños

Cuando veas que la lluvia cae
y seguirá cayendo hasta que mueras:
piensa que estás solo para siempre.

Cuando en la mano que te han tendido brille sólo el puñal,
o al ir a apretarla se transforme en humo:
no te hagas ilusión: sigues estando solo para siempre.

Cuando creas que aún puede ayudarte la Palabra
(tú que aún crees en la Palabra),
desengáñate: porque la Palabra ha sido corrompida,
y estás, sin ella, solo para siempre.

Cuando mires la soberbia del que está en el poder
y la peor soberbia del que aspira al poder
para saciar (así se dice) las hambres de los hombres:
ríete de ellos, pero piensa
que están solos para siempre.

Cuando veas la abominación en el lugar de lo sagrado
y el cáliz lleno de inmundicias:
coge la esponja, empápala en vinagre,
muerde dos mil años de su sabor, y piensa
que un hombre estuvo solo para siempre.


Antes

Golpeaste muros: te enviaron ojos.
Antes del viento oscuro fuiste sueño.
Golpeaste noches: te entregaron años,
tiempo.

Trazaste manos: te otorgaron llaves.
Antes del viento oscuro fuiste sueño.
Buscaste vuelo: te dejaron vientre,
hueso.

Formaste venas: se encendió tu paso.
Antes del sueño fuiste nacimiento.
Rompiste puertas, pero ya tenías
sello.

Soplaste cunas, vendas de mortaja,
y te empujaron desde algún desierto
girando a ciegas, sin saber girando
al puerto,
al hueso,
al tiempo,
al cuerpo.


Scherzo para ciertos hombres públicos
Aunque brinquen
y salten y trinquen
y en saltos mortales
y venales
de campana, de carnero.
Y aunque
pongan los ojos en blanco
con su tranco
y su banco,
y nos brinden piruetas
repletas,
y cabriolas
de colas,
y nos lancen, inmunes,
parlamentos y lugares comunes,
con sus aires de vacas indemnes,
solemnes,
con sonrisas desnudas,
más correctas que Judas:
qué más da si en intenso
comienzo
ya existió la Palabra,
la Palabra que nunca han podido ahogarla,
ni siquiera ese Pata de Cabra.
La Palabra.


Canción de la hormiga insistente

Hace días que una hormiga me persigue,
me persigue
esta hormiga.
Me persigue.
No hay señal: no se fatiga
esta hormiga.
Es inútil: no se marcha
con sus ojos, sus antenas y sus patas.
Yo no sé quién pueda ser esta hormiga diminuta.
No hay señal: no se fatiga
esta hormiga
No ha nacido en ese reino subterráneo.
Yo no soy, me lo asegura,
regicida o esclavista o bucanera.
Es que soy muy diminuta,
y por eso no soy puta:
solamente diminuta.

No la veo. No me veo.
Pero sigue y me persigue.
No hay señal: no se fatiga
esta hormiga.
 
Miguel Arteche

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