Y pasarás, y al verte se dirán: «¿Qué camino
va siguiendo el sonámbulo?...» Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.
Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. Mas al fin de la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: «Esperemos que vuelva.»
Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.
Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.
Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
«Es un ladrón de estrellas...» Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas.
Enrique González Martínez
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