La dulzura de recordar el sol en la espiral del sueño
y el vano poder de haber ido tan lejos.
Es tan extraño perdurar, oír aún
la grave letanía de los huesos y el hechizo del mundo.
Déjame ver, déjame ver:
alguien me condujo hasta aquí y se oculta,
cubierto de grandes praderas, de climas,
refugios baldíos, luces que brillan
en el faro donde la tierra termina.
Salido de lugares inciertos, de trópicos y lluvias,
voraz como fuego, intruso,
la huella de sus dientes y sus besos en la manzana.
¿De quién es ese rostro desconocido entrevisto
donde se pierde? Es incierto y ansioso
extraviado en la fábula oscura de mi vida.
Adiós, sombra mía.
Molina Enrique
No hay comentarios.:
Publicar un comentario