Y estoy mirando y este mundo es mío,
volverme sin embargo
y tratar de sonreír
aquí,
entre amigos,
nuestras rengas meditaciones entre paredes culpables:
la realidad revolotea torpemente
más allá,
inaccesible al sonoro ritual de la calumnia.
Y de pronto,
en medio de nuestras mansas postergaciones,
podríamos tristemente morir
y después de todo es para siempre.
Ni siquiera mordisquear un resto de vida
desde una última cama
o aceptar la sumisa corrosión
purificada por inútiles palmas y coronas.
Así nomás morir,
acaso sin merecerlo.
Ya era triste el porque sí de una bala
que desdeña el heroico cuerpo a cuerpo.
Contemplo el festejo augural de todas nuestras muertes,
el bellísimo hondo de la desaparición,
yo, espléndido residuo de opulentos colores,
cumpliendo el éxtasis de las descripciones,
repartiéndome vagamente entre mis monstruosos descendientes.
Ninguna canción
ni la falsa historia podrían memorarnos,
no somos irritados héroes nacionales.
Apenas puedo jugar…Rolando…Orlando…
y morir salpicada por la erudición.
Apenas hombres arrasados por oleadas de penurias,
por oleadas de irreparable ciencia,
acaso resignados,
acaso indiferentes,
todavía cantando para resistir el miedo de siempre.
Me rebelo,
gruño a los buitres solemnes y agrietados
que deciden por mí, por nosotros,
no quiero confiarme, delegar,
este mundo es mío y asumo su peso.
Me rebelo
y miro distraídamente mis futuras uñas marchitas.
Así.
volverme sin embargo
y tratar de sonreír
aquí,
entre amigos,
nuestras rengas meditaciones entre paredes culpables:
la realidad revolotea torpemente
más allá,
inaccesible al sonoro ritual de la calumnia.
Y de pronto,
en medio de nuestras mansas postergaciones,
podríamos tristemente morir
y después de todo es para siempre.
Ni siquiera mordisquear un resto de vida
desde una última cama
o aceptar la sumisa corrosión
purificada por inútiles palmas y coronas.
Así nomás morir,
acaso sin merecerlo.
Ya era triste el porque sí de una bala
que desdeña el heroico cuerpo a cuerpo.
Contemplo el festejo augural de todas nuestras muertes,
el bellísimo hondo de la desaparición,
yo, espléndido residuo de opulentos colores,
cumpliendo el éxtasis de las descripciones,
repartiéndome vagamente entre mis monstruosos descendientes.
Ninguna canción
ni la falsa historia podrían memorarnos,
no somos irritados héroes nacionales.
Apenas puedo jugar…Rolando…Orlando…
y morir salpicada por la erudición.
Apenas hombres arrasados por oleadas de penurias,
por oleadas de irreparable ciencia,
acaso resignados,
acaso indiferentes,
todavía cantando para resistir el miedo de siempre.
Me rebelo,
gruño a los buitres solemnes y agrietados
que deciden por mí, por nosotros,
no quiero confiarme, delegar,
este mundo es mío y asumo su peso.
Me rebelo
y miro distraídamente mis futuras uñas marchitas.
Así.
Betina Edelberg
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