Un grillo
Sobre el pasto declinante
un grillo se arrastró hasta mi sombra
y se detuvo, perplejo,
ante una amenaza de disolución.
Después se aplastó, buscando
su propia tumba
y sintió cómo el mundo se enfriaba.
Así fue el comienzo
de la verdad de un año que no amé.
Tiroteo en la noche
Una caliente contracción en el indefenso espacio
y los fogonazos en la oscuridad
nos arrojan a una épica impura.
Cada cosa es un blanco paralizado
bajo el ojo instantáneo del cazador. No es ésta
nuestra última cena, pero en las habitaciones
la época introduce más muertos
de los que merecemos. En el silencio que sigue
no hay ninguna explicación
sino una brusca asfixia en medio de la comida.
La mesa familiar es ahora
un centro fracturado. Nadie quiere la historia
en su plato de sopa, el síncope
detrás de la puerta. Pero el terror
nos acerca un combate donde arder a fondo
ningún crimen es una verdad aislada.
La noche nos incluye y hay todavía un último disparo
distanciado e irónico: allá afuera
alguien se ha tomado su tiempo
para liberar nuestro juicio atascado.
Lo que ha sucedido busca equilibrio
en el cerebro. Un escalofrío en la vajilla
le pertenece y su bala final
ha definido la situación un sitio para nosotros
en la ardiente comunidad de la cacería.
Escuchando el laúd
Escuchando en el laúd la nota antigua
Uno ve poetas en el pasado pero no asesinos.
Ve la ingrávida sustancia incorporada
A la calamitosa energía de la historia
Y esta confusión no termina de aclararse.
Increíbles poetas entre nubes de sangre
Salvando a medias la verdad, dejando el resto
A la convicción del crimen general
Como un error que debe soslayarse. Cómo
Consiguió la belleza aislar las rosas,
Construir un recluso jardín incorrupto
Y dar materia a este cantor eterno.
Pero la estúpida crueldad y el martirio
No fueron cosas transitorias ni objetos irreales
Que pueden apartarse como una falla terrestre,
Una fractura en la roca, un paso en falso en el mundo.
Aquí están todavía, no en el mito
Y a su manera se empeñan en dar música.
Las cuerdas siguen sonando en medio de la masacre;
La vida corporal de esta madera finamente curvada
Es aceptada como un triste conocimiento.
El laúd rescata un engaño hasta el fin de los tiempos.
Una caliente contracción en el indefenso espacio
y los fogonazos en la oscuridad
nos arrojan a una épica impura.
Cada cosa es un blanco paralizado
bajo el ojo instantáneo del cazador. No es ésta
nuestra última cena, pero en las habitaciones
la época introduce más muertos
de los que merecemos. En el silencio que sigue
no hay ninguna explicación
sino una brusca asfixia en medio de la comida.
La mesa familiar es ahora
un centro fracturado. Nadie quiere la historia
en su plato de sopa, el síncope
detrás de la puerta. Pero el terror
nos acerca un combate donde arder a fondo
ningún crimen es una verdad aislada.
La noche nos incluye y hay todavía un último disparo
distanciado e irónico: allá afuera
alguien se ha tomado su tiempo
para liberar nuestro juicio atascado.
Lo que ha sucedido busca equilibrio
en el cerebro. Un escalofrío en la vajilla
le pertenece y su bala final
ha definido la situación un sitio para nosotros
en la ardiente comunidad de la cacería.
Escuchando el laúd
Escuchando en el laúd la nota antigua
Uno ve poetas en el pasado pero no asesinos.
Ve la ingrávida sustancia incorporada
A la calamitosa energía de la historia
Y esta confusión no termina de aclararse.
Increíbles poetas entre nubes de sangre
Salvando a medias la verdad, dejando el resto
A la convicción del crimen general
Como un error que debe soslayarse. Cómo
Consiguió la belleza aislar las rosas,
Construir un recluso jardín incorrupto
Y dar materia a este cantor eterno.
Pero la estúpida crueldad y el martirio
No fueron cosas transitorias ni objetos irreales
Que pueden apartarse como una falla terrestre,
Una fractura en la roca, un paso en falso en el mundo.
Aquí están todavía, no en el mito
Y a su manera se empeñan en dar música.
Las cuerdas siguen sonando en medio de la masacre;
La vida corporal de esta madera finamente curvada
Es aceptada como un triste conocimiento.
El laúd rescata un engaño hasta el fin de los tiempos.
Joaquín O. Giannuzzi
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