Poema 31
Solo, recorres
obscuros pasadizos interiores;
te detienes a mirar la substancia invisible
que alimenta otro mundo inexplorado.
Y al cabo, retornas sonriente,
pides pan con mermelada
un vaso de agua
o alguna revista ilustrada.
Y te punzan
y te tajan
y te acomodan la almohada.
He aquí que te has quedado solo
muerto de frío,
en ese cuarto verde anémico
contándote a ti mismo el mismo cuento
desde un monte distante y elevado
del batallar humano.
Ya estás lejos,
y no quieres creerlo
y quieres pertenecer aún
a esa caravana temerosa,
que huye mirarte fijo,
porque olfatea a gritos tu agonía.
Amarillo entre las sábanas
objeto desconocido
como un talismán de mala suerte
obscureces la claridad del día.
obscuros pasadizos interiores;
te detienes a mirar la substancia invisible
que alimenta otro mundo inexplorado.
Y al cabo, retornas sonriente,
pides pan con mermelada
un vaso de agua
o alguna revista ilustrada.
Y te punzan
y te tajan
y te acomodan la almohada.
He aquí que te has quedado solo
muerto de frío,
en ese cuarto verde anémico
contándote a ti mismo el mismo cuento
desde un monte distante y elevado
del batallar humano.
Ya estás lejos,
y no quieres creerlo
y quieres pertenecer aún
a esa caravana temerosa,
que huye mirarte fijo,
porque olfatea a gritos tu agonía.
Amarillo entre las sábanas
objeto desconocido
como un talismán de mala suerte
obscureces la claridad del día.
Matilde Casazola
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