Carta urgente al centro del piquete

A Víctor Ríos
  
Con mi lenguaje corto, chiquitito,
empobrecido a golpes de dolor,
reducido a aullidos de agonía,
a gestos momentáneos de sorpresa,
mutilado de metáforas,
que utiliza, a veces,
como último recurso la ironía,
desprovisto y urgente,
contaminado con dichos y entredichos
de la gente,
contagiado de quechua, a veces,
de guaraní, otras veces,
con estas palabras abolladas
por los encontronazos con la vida,
quiero decirte que te amo.
Esta es una de las pocas razones de la carta,
las demás, casi, no tienen importancia.
Ahora que ya se levantó el corte de ruta
y aunque sigan humeantes los neumáticos
- las gomas que quemaste -
la lucha ya pasó a cuarto intermedio,
a un impasse - como dicen los que saben -
y estarás menos ocupado,
menos que ayer que eras
un desocupado más entre montones.
Hoy, digo, tal vez puedas con el mate al medio,
leer mis cartas y mis besos.
Por acá las cosas siguen empeorando. Silenciosamente.
Como empeoran las cosas por abajo.
Nos están dando duro y sin embargo
no escucho ayes ni quejidos.
Algunos balazos por las noches.
Un par de guachos menos por el barrio.
Pero nos estamos acostumbrando
y casi ya ni hablamos de eso.
Como arriba te decía, cosas sin importancia,
cosas de todos los días.
Pero... bueno, ojalá te encuentres con mi carta
que te hará acordar cuánto te amo.
En realidad, igual que siempre.
Igual que cuando estabas en el ingenio.
O en aquella fábrica en Matanza
¿Te acordás qué tiempos?

 
Marisa Wagner

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