Al amigo Dr. Carlos Gil Rincón,
afanoso investigador del mundo de la mente.
¿Quién pronunció la
primera palabra en el mundo?
¿Fue de amor o de dolor?
¿Quién?
¡Tal vez el agua, el viento
o la lejana estrella!
¿Quién enseño al hombre
a llorar y a reír como los ángeles?
Es tan difícil saber
quién caminó con la primera aurora.
Cada siglo del pasado
es una puerta de extraviadas
llaves;
a la cual,
muchos sabios como Darwin
han llamado. Y aún cuando pudiésemos
mirar hasta la Edad de Piedra
o más allá
por la vieja cerradura;
no sabemos si fue de
amor o de dolor
la palabra inicial.
No sabemos nada ¡nada!
del hombre UNO que apareció
en la tierra.
Después:
diez, cien, mil, un millón,
más un millón, más un millón,
más un millón…
Y se agotan los números,
pero los hombres
siguen llegando a la tierra
incesantemente;
e incesantemente,
nos preguntamos unos a otros;
pero nadie sabe nada:
ni yo, ni tú, ni ellos…
Acaso, y acertadamente
¿responderán los hombres
que llegarán después?
¡Es tan breve la vida!
Caminamos todos los días,
hacia los meses y los años;
hacia la aurora
de un nuevo amanecer…
Hacia las estrellas,
hacia lo eterno,
hacia el más allá.
¡Cuántos cardos
en el camino.
Cuántos guijarros y sinsabores;
pero llegaremos
para que se cumpla el:
nacer, morir, volver a nacer,
tal es la ley!
Muchas veces
he deseado,
quedarme un siglo
o más,
descansando a la sombra
de un ciprés;
pero este árbol
también se va y regresa,
en cada semilla
que cubre la tierra.
Nadie ha logrado
aferrarse a la vida,
hasta ver encanecerá las estrellas.
Nadie ha visto secar
un océano,
ni el lento diluir
de una montaña.
¡Es tan breve la vida!
Caminar.
Caminar de este mundo
a otros.
Ir y volver,
-como del trabajo a la casa-
pero cada vez
más cerca de la cima,
más cerca de la luz
y de lo Increado.
Cada vez,
más cerca de la Verdad.
primera palabra en el mundo?
¿Fue de amor o de dolor?
¿Quién?
¡Tal vez el agua, el viento
o la lejana estrella!
¿Quién enseño al hombre
a llorar y a reír como los ángeles?
Es tan difícil saber
quién caminó con la primera aurora.
Cada siglo del pasado
es una puerta de extraviadas
llaves;
a la cual,
muchos sabios como Darwin
han llamado. Y aún cuando pudiésemos
mirar hasta la Edad de Piedra
o más allá
por la vieja cerradura;
no sabemos si fue de
amor o de dolor
la palabra inicial.
No sabemos nada ¡nada!
del hombre UNO que apareció
en la tierra.
Después:
diez, cien, mil, un millón,
más un millón, más un millón,
más un millón…
Y se agotan los números,
pero los hombres
siguen llegando a la tierra
incesantemente;
e incesantemente,
nos preguntamos unos a otros;
pero nadie sabe nada:
ni yo, ni tú, ni ellos…
Acaso, y acertadamente
¿responderán los hombres
que llegarán después?
¡Es tan breve la vida!
Caminamos todos los días,
hacia los meses y los años;
hacia la aurora
de un nuevo amanecer…
Hacia las estrellas,
hacia lo eterno,
hacia el más allá.
¡Cuántos cardos
en el camino.
Cuántos guijarros y sinsabores;
pero llegaremos
para que se cumpla el:
nacer, morir, volver a nacer,
tal es la ley!
Muchas veces
he deseado,
quedarme un siglo
o más,
descansando a la sombra
de un ciprés;
pero este árbol
también se va y regresa,
en cada semilla
que cubre la tierra.
Nadie ha logrado
aferrarse a la vida,
hasta ver encanecerá las estrellas.
Nadie ha visto secar
un océano,
ni el lento diluir
de una montaña.
¡Es tan breve la vida!
Caminar.
Caminar de este mundo
a otros.
Ir y volver,
-como del trabajo a la casa-
pero cada vez
más cerca de la cima,
más cerca de la luz
y de lo Increado.
Cada vez,
más cerca de la Verdad.
Rosa Virginia Martínez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario