Me madre me tortura en la punta de la silla


Yo recuerdo en mi infancia
 
Mi madre me tortura en la punta de la silla
los sábados a la hora de visita;
los pies juntos en casa de la amiga,
sin moverme y no se moleste muchas gracias
mientras mi hermano trepa escalas,
saca frutas, se raja el pantalón con el gran siete
de la victoria en su primera independencia,
al regresar libre de nosotras, 30 metros adelante.
Me colocan cintas, me complican los vestidos,
sobre el andar y los modales
dictan cátedra las abuelas, las tías,
las vecinas y parientes que reiteran los peligros
de las relaciones prematuras.
Hablan de ser madre y buena esposa,
de ventajosos matrimonios escucho asertos perentorios:
si luego la niña no se casa
es mejor que siga una carrera, pero corta.
La honra familiar se cuida y pasiva recibo los consejos
sobre el matrimonio nuevamente
y corro hacia mi madre, de la virginidad,
voy a mis amigos, de la moral, de casamientos
y bautizos, protocolo y ceremonias,
los buenos maridos, respeto y conveniencias.
Mi padre llega hasta la mesa y tejo entonces fantasías
sobre mi madre comedida que le lleva su café.
 
 
Galaz Alicia

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