Mis manos



Mis manos, ciertas veces,
dan la rara impresión de cosa muerta.

Palidez más extraña no vi nunca;
marfil antiguo, polvorienta cera,
y en el dorso delgado y transparente
el turquesa apagado de las venas.

Carne que bien podría
si la rozara una caricia ardiente,
deshacerse en ceniza
como esas flores frágilesy tenues
que en el fondo oloroso de los cofres
en fino polvo ámbar se convierten.

¿En qué siglo remoto florecieron
estas dos pobres rosas extinguidas?
¡Un milagro, sin duda, las conserva
aquí, sobre mi falda todavía!


Bertolé Emilia

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