Arte Poética

 
La palabra busca cielo como pájaro que cruza el
atardecer sin dejar canto ni estela,
frágil golondrina fugaz en busca del eterno verano,
que en ocasiones muere sepultada en nieve de invierno
de otro hemisferio.
La palabra se proyecta como alameda que Lanza
remota flecha de horizonte,
desdidachamente desmoronada a tiro de piedra.
En ocasiones cae en surco de vida fértil,
a veces hace pie en tierra árida,
u hondonada envuelta en bandera de niebla de
pantano pestífero.
Mas lo que se pudre no es su intención reveladora
sino su envoltura de mariposa fatalmente letal a
fuerza de libar venenoso concepto,
explorar hermético laberinto ontológico
o habitar falso reino ideatario.
La palabra describe paisaje semántico,
pocas veces playa marítima,
vida viva,
follaje azul,
fuente de agua pura
ni otra belleza creada en sol de amanecer,
noche
o tarde de lluvia.
Cuando la palabra habla de amor suele amar sólo
su eco estético,
su canto de Onán obseso o propio ritmo;
más
mucho más que imagen corpórea
o analogia,
más que piel de mujer ya sea adolescente
inocente
o triste ramera.
Sin embargo la palabra es verbo, acción,
para-vida,
meta-lenguaje,
propia meta que algún día terminará por alcanzar
sabia
y desnuda,
de toda estúpida convención
o servilismo.
Carlos Latorre
en Las ideas fijas, 1972.

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