Olegario Víctor Andrade


Las ideas

Surge a veces en el llano,
y en la loma a veces brota,
susurrando mansamente
como de una arteria rota
cristalino manantial.

Manantial inagotable
cuya linfa fresca y pura
se desliza misteriosa
bajo arcadas de verdura,
como sierpe de cristal.

Danle sombra con sus ramas
los arbustos de la orilla,
y desplega ante sus plantas
la balsámica gramilla
su magnífico tapiz.

Ya se vuelca en un ribazo,
ya se arrastra en una hondura,
ya parece desde lejos
en la faz de la llanura
misteriosa cicatriz.

Pero avanza, siempre avanza,
deja el llano, cruza el monte,
y al murmullo de sus pasos
se va abriendo el horizonte
como el velo de un altar.

Lo saluda el ave errante,
con dulcísimos gorjeos,
y le cuenta el aura tímida
sus amantes devaneos,
a la luz crepuscular.

La onda leve se agiganta,
su rumor se torna en grito,
como el pecho en que fermenta
la ansiedad del infinito,
la inquietud del provenir.

Y creciendo y avanzando,
el raudal se torna en río,
y va el río tumultuoso
impertérrito y sombrío
con el mar a combatir

Así nacen las ideas,
manantiales de onda pura,
las ideas que no tienen
más escudo ni armadura
que el escudo de la fe.

Pero avanzan silenciosas,
se retuercen, forcejean,
y se allana las montañas
y los páramos chispean
a los golpes de su pie.
 

El astro errante

Yo era el astro que erraba en el espacio
Al azar de los vientos de la vida,
Y tú fuiste la estrella misteriosa
Que me brindó su lumbre bendecida.

Sin ti, la eterna noche me rodeara
Como al astro maldito del vacío,
Y mi vida sin ti se consumiera
En perpetuo y estéril desvarío.

Tú me diste la fe que me faltaba,
Me calentó la luz de tu mirada,
¡Y esa luz, que me envidian los extraños,
Es la luz de tu amor, es luz prestada!
 
Olegario Víctor Andrade

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