Equivocación del paisaje

 
Hoy es trece, creo
y abajo todo espera:
la sierra es un cartón deshabitado.
Un pájaro termina de deshacer la tarde,
sombra contra sombra en un frío espejo de agua,
asombrado tal vez de su propio silencio.

Todo el paisaje se quiebra
como resaca de aguardiente,
líneas duras
se abren paso entre franjas de cielo y polvo,
líneas cavadas por una mano infinitamente terca
que tal vez quiso aliviar el espacio
de la costumbre del vacío,
o se dejó llevar, blandamente,
en un sueño de vino oscuro y secreto
y trazó su contorno,
su dolorosa imagen.

Aquí y allá la tierra está partida
mitad respiración, mitad ceniza.
Un viento desparejo anuda la montaña a su altura,
como un monstruoso corazón de piedra.
Esta quietud meticulosa
se me enreda en los dedos: el aire es otro cuerpo
dejándose caer sobre mis hombros.

Y soy un animal
que espera la música del agua
doblado en la cruz de su piel y sus huesos,
arrojado al final de la tarde
como una equivocación del paisaje.

Delfina Tiscornia

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