Ha cubierto todo el parque
la ceniza de la tarde.
Por el césped moribundo
avanzan
los niños de ámbar.
Un panadero rojo tañen
sus manecillas de plata.
Se detienen.
Están solos.
Una flauta los envuelve:
una lenta, grave danza.
Luego,
en un racimo,
los infantes ambarinos
cantan.
la ceniza de la tarde.
Por el césped moribundo
avanzan
los niños de ámbar.
Un panadero rojo tañen
sus manecillas de plata.
Se detienen.
Están solos.
Una flauta los envuelve:
una lenta, grave danza.
Luego,
en un racimo,
los infantes ambarinos
cantan.
Alberto Rojas Jiménez
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