Mi negocio es la vida.
La muerte sólo pasa la factura.
Algunos entendidos aseguran
que hay algo más:
la herencia de la muerte.
Para mí contradigo el negocio
es mirar unas gaviotas, ponerle nombre
a cada una de ellas y,
como digo gaviotas,
puedo decir el aire en que planean,
cada aleteo del viento.
Es cierto que, cuando los nombres
diversos del aire pasan a ser silencio
o noche, las gaviotas se van,
son simplemente ideas,
vuelos imaginados, alas
que no se ven, negocios extraviados.
Los asesores de confianza,
expertos, sin embargo,
creen firmemente en su
particular nombre de pila,
acaso más que en Dios.
es mirar unas gaviotas, ponerle nombre
a cada una de ellas y,
como digo gaviotas,
puedo decir el aire en que planean,
cada aleteo del viento.
Es cierto que, cuando los nombres
diversos del aire pasan a ser silencio
o noche, las gaviotas se van,
son simplemente ideas,
vuelos imaginados, alas
que no se ven, negocios extraviados.
Los asesores de confianza,
expertos, sin embargo,
creen firmemente en su
particular nombre de pila,
acaso más que en Dios.
Cuando oyen ese nombre
se dan vuelta en la calle
como cualquier mortal o como
si fueran un vecino de tantos,
pero no saben bien qué diferencia hay
entre una bandada de gaviotas y el nombre
escondido de cada una de ellas.
Este es sólo un ejemplo de negocios.
Hay otros y muy prósperos.
La idea del negocio
es el comienzo de la vida
que tiene, entre otras cosas,
una descomunal plusvalía de risas.
se dan vuelta en la calle
como cualquier mortal o como
si fueran un vecino de tantos,
pero no saben bien qué diferencia hay
entre una bandada de gaviotas y el nombre
escondido de cada una de ellas.
Este es sólo un ejemplo de negocios.
Hay otros y muy prósperos.
La idea del negocio
es el comienzo de la vida
que tiene, entre otras cosas,
una descomunal plusvalía de risas.
Salvador Bécquer Puig
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