Todavía
¿Por qué tan pronto ¡oh mundo! me brindaste
Tu veneno amarguísimo y letal...?
¿Por qué de mi niñez el lirio abierto
Te gozas en tronchar?
¿Por qué cuando tus galas admiraba,
Mi espíritu infantil vino a rozar
Del pálido fantasma del hastío
El hálito glacial?
Los pétalos de seda de las flores
Déjame ver y alborozada amar,
Ocúltame la espina que punzante
Junto al cáliz está.
¡Más tarde...! Cuando el triste desaliento
Sienta sobre mi espíritu bajar
Y el alma mustia o muerta haya apurado
La copa del pesar,
Entonces sienta de tu burla el frío
Y de la duda el aguijón mortal...
¡Pero deja que goce de la infancia
En la hora fugaz!
Última rima
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma.
Medieval
Junto a la negra mole de la muralla altiva
que alumbran las estrellas con tenue luz de plata
el trovador insomne de frente pensativa
preludia conmovido la triste serenata.
El aura de la noche voluble y fugitiva,
besa los largos pliegues del manto de escarlata,
y extiende la armoniosa cadencia persuasiva
que el plácido reposo perturba de la ingrata.
Al pie del alto foso destácase la airosa
romántica figura del rubio menestrello,
que al agitar la mano sobre el cordaje de oro
entristecido, exhala su queja dolorosa
en la cadencia rítmica del dulce ritornello,
y en sus mejillas siente que se desborda el lloro.
Juana Borrero
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