Cada tarde a las tres
ella sale de su casa
para cumplir con el trabajo
en la plaza de Caseros.
La calesita espera
que sus manitos recojan
cada boleto entre vuelta
y vuelta al ritmo de la música.
Con miedo toma la sortija
mientras la dueña hace señas
a esa no, a ese sí.
Cómo hacerle caso
cómo no ver la cara
de esa niña,
tal vez de su misma edad,
que pide a gritos
con los ojitos llenos de esperanza
por una vuelta más
sólo una más.
María Laura Decésare
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