Rapsodia urbana



La fisura del empedrado arruga la cara
una mueca de asfalto tira bolitas fuera del hoyo.
Dicen que la santa de las cumbias sacó su corona de flores y la tiró al río.
El río odia al asfalto
pero de noche
espía.
Su extrañeza ilumina con luz roja mientras la rancia neblina deambula sola.
Entre los demonios perdidos
las medias no encuentran las patas flacas
la chapa de Pepsi mira desconfiada al televisor roto
una botella verde llora vacío
y ese olor
ese olor que habla sin eses y escupe estrellas.
A la hora del tango comienza el baile:
las máscaras caen, sus risas de plástico beben el humo de la yerba mala
los carros de ruedas sin dientes devoran cartones.
La memoria adoquín, meada por los gatos, duerme en los techos.
Quizás la despierte el sol molesto y la deje ahí.
Ahí
donde los cadáveres y los perros no aúllan
donde se teje el asombro con hilos de sospecha
donde la luna se equivocó de paisaje
donde late mortecina
la rapsodia urbana.


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