Florencio González Balcarce
Buenos Aires, Argentina, febrero de 1818 - mayo de 1839.
El cigarro / Lechero.
-Enciclopedia El tesoro de la Juventud, El libro de la poesía.
El cigarro / Lechero.
-Enciclopedia El tesoro de la Juventud, El libro de la poesía.
El cigarro
En la cresta de una loma
Se alza un ombú corpulento,
Que alumbra el sol cuando asoma
Y bate si sopla el viento.
Bajo sus ramas se esconde
Un rancho de paja y barro,
Mansión pacífica, donde
Fuma un viejo su cigarro.
En torno los nietos mira,
Y con labios casi yertos:
-¡Feliz, dice, quien respira
El aire de los desiertos!
Pueda, al fin, aunque en la fuente
Aplaque mi sed sin jarro,
Entre mi prole inocente
Fumar en paz mi cigarro.
Que os mire crecer contentos
El ombú de vuestro abuelo,
Tan libres como los vientos
Y sin más Dios que el del cielo.
Tocar vuestra mano tema
Del rico el dorado carro;
A quien lo toca, hijos, quema
Como el fuego del cigarro.
No siempre movió en mi frente
El pampero fría cana;
El mirar mío fue ardiente,
Mi tez rugosa, lozana.
La fama en tierras ajenas
Me aclamó noble y bizarro;
Pero ya, ¿qué soy? Apenas
La ceniza de un cigarro.
Por la patria fui soldado
Y seguí nuestras banderas
Hasta el campo ensangrentado
De las altas cordilleras.
Aún mi huella está grabada
En la tumba de Pizarro.
Pero ¿ qué es la gloria? Nada;
Es el humo de un cigarro.
¿Qué me dejan de sus huellas
La grandeza y los honores?
Por la paz hondas querellas,
los abrojos por las flores.
La patria al que ha perecido
Desprecia como un guijarro...
Como yo arrojo y olvido
El pucho de mi cigarro.
Las horas vivid sencillas
Sin correr tras la tormenta;
No dobléis vuestras rodillas
Si no al Dios que nos alienta.
No habita la paz más casa
Que el rancho de paja y barro;
Gozadla, que todo pasa,
Y el hombre, como un cigarro.
Lechero
I
Por capricho
soy soltero
que el lechero
gozar debe libertad:
y no tengo
más vestido
que un bonete
carcomido,
y un raído chiripá.
Pero el mundo
todo es mío:
yo en un río
sé nadar;
yo en el campo soy un viento
y en el pueblo me presento
sin deseos
más constantes
que tener buenos marchantes
que me vengan a comprar.
II
Cuando apenas
canta el gallo,
mi caballo
me levanto yo a ensillar:
ningún otro
va conmigo,
ni conozco más amigo
que me sepa acompañar.
Y al oírme
de mañana,
la ventana
va a entornar
La que se había dormido
sobre su lecho mullido,
y con hambre
se despierta,
y me busca
mal cubierta
para tener que almorzar.
III
Si una bella
por ventura,
con dulzura,
en la calle me miró,
de la leche
ya me olvido,
y enamorado perdido
de amor sólo entiendo yo.
Mas si alguna
desdeñosa,
mostrarme osa
desamor,
la digo claro que es fea,
y me crea o no me crea,
yo me marcho
dando gritos:
buena leche;
marchantitos,
buena leche vendo yo.
IV
En invierno
y en verano
siempre gano
para jugar y comer,
y si acaso
pierdo un día,
espero en Dios y en María
que otro día me irá bien:
pues no todo
sale bueno,
se oye el trueno
alguna vez:
y si hoy mi caballo rueda,
llegará un día en que pueda
del alcalde
y el teniente,
hacer burla
frente a frente
cuando esté firme de pie.
V
Así paso
la semana,
y la mañana
no se me ocurre pensar.
Si es domingo
voy a misa,
y no me mudo camisa
si no la puedo encontrar.
Soy en guerra
montonero,
soy lechero
cuando hay paz.
Sólo necesito y quiero
tener pronto un parejero,
en que pueda
bien seguro,
si se ofrece
algún apuro,
no correr sino volar.
Florencio Balcarce
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