Cuando los recuerdos van a desvanecerse nos visitan con gran frecuencia
como si quisieran ser completamente consumidos.
Lo mejor es comerlos como el manjar favorito,
muy a menudo, hasta que uno ya se harta de ellos.
Así disminuye su valor
para el día en que sean presa del insolente olvido.
Harry Edmund Martinson
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