OÍR UNO SU PROPIA SOMBRA


 
Repeticiones inútiles, verbosidad
en pleonasmos, redundancias,
tautologías,
garrulerías en las casas
amadas amando hasta el mirlo
que sobre ellas habla,
ruidos continuados
aislándote, los arrullos
por sentimientos melancólicos
del tiempo otoñal, 
cantinelas ensalzando
imposibles concordias:
que al agua del pozo
le sea dado invadir la del río,
que la cosecha pasada
y la nueva se unan.
 
Es mantener abierto el pico,
no puedan las palabras obstruirlo:
como leznas
dentro de una bolsa
(acaban por romperla).
 
Es el anverso
diáfano de la vida suavizando
las áreas hostiles,
la de los ojos turbios,
balbuceos lastimeros, orejas calientes,
vértigos de borrachos.
 
Es tu cotidiano ensayar,
mientras no suena la campana,
no se haya ido la arena del reloj,
cómo hacer con discursos de aire
que el mundo de los felices
y el mundo del desdichado
no parezcan distintos.


Alberto Girri

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