Yo, alumno

 
 
He sido un buen alumno, un alumno atento.
Cuidé mi rebeldía porque fue mi enseñanza.
Tuve buenos maestros,
aprendí la mentira, la indiscreción, la violencia,
algún que otro tema, el lenguaje y la ciencia,
a mirar a los ojos y a los cuencos vacíos,
al guiño, a la señal, a los indicios sombríos,
aprendí que todo puede aprenderse, que todo tiene un idioma,
que la sangre no es agua y el humor nunca es broma.

Aprendí del amigo, del sanador, del poeta,
Del que guiaba, del verano, del ladrón, del asceta.
Fui llenando la alforja que estiraba su cuero,
Fui metiéndole cosas hasta tenerla repleta.
La arrastré por la vida, la cargué sobre el hombro,
La cuidé convencido, la pesé con asombro,
Le puse la firma con la mayor desconfianza,
La vendí como arte, me la compraron sonrientes,
Y me representó ¿hasta donde? adonde el ojo alcanza.

Aprendí que el amor, que aparece algún día,
Te acaricia y te besa, te protege y te espía,
Te roba la palabra, te acorrala en el baño,
Puede arrancarte la ropa, sabe hacerte daño,
Al tiempo te abandona, como si nunca hubiera sido,
Aprendí que la memoria te empuja al olvido.


Jorge Hacker, 2009.

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