Apocalíptica



Y me senté en el carro de la sombra, 
presa del más horrendo paroxismo, 
y comencé a rodar sobre una alfombra, 
formada por el cosmos del abismo.

Y abarqué el infinito en una sola 
mirada, llena de fulgor intenso... 
y vi del tiempo la gigante ola 
rodar al precipicio de lo inmenso. 

Y vi la eterna procesión de mundos, 
a través de mi loco desvarío, 
rodar por dos ignotos y profundos 
senos inescrutables del vacío. 

Y llamé a Dios, con penetrante acento, 
con un acento penetrante y hondo, 
que atravesó, rasgando el firmamento, 
sin encontrar del firmamento el fondo. 

Mas, nadie respondióme. En mi agonía, 
-¿En dónde estás...? -grité de nuevo- ¿En dónde...? 
Pasó la pesadilla. Hoy todavía 
lo llamo y todo inútil: no responde.


Julio Flórez Roa

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