Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
y en el fondo de esta alma que ya no alegras,
entre polvos de ensueños y de ilusiones
yacen entumecidas mis flores negras.
Ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías,
mientras yo suspiraba por las auroras
de tus ojos, auroras que no eran mías.
Ellas son mis dolores, capullos hechos;
los intensos dolores que en mis entrañas
sepultan sus raíces, cual los helechos
en las húmedas grietas de las montañas.
Ellas son tus desdenes y tus reproches
ocultos en esta alma que ya no alegras;
son, por eso, tan negras como las noches
de los gélidos polos, mis flores negras.
Guarda, pues, este triste, débil manojo,
que te ofrezco de aquellas flores sombrías;
guárdalo, nada temas, es un despojo
del jardín de mis hondas melancolías.
Julio Flórez Roa
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