Miedo a la vida



Tengo miedo, Señor, pero no de la noche, 
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla; 
es miedo de la aurora —refulgente derroche— 
como miedo del mundo, cuando el mundo se puebla.

Tengo miedo, Señor, no por valerme sola 
ni por triste aislamiento o apartado retiro, 
tengo miedo a la gente, a la imponente ola, 
el vaivén de los seres en asfixiante giro.

Tengo miedo, Señor, de enfrentarme a la vida 
con tantas exigencias, compromisos, deberes; 
de no cumplir Contigo, no ser agradecida, 

dejándome llevar de errados procederes. 
Y temiendo en el día naturales contiendas, 
te ruego: oye mi voz para que me defiendas.


Marilina Rébora

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