100 Veces Viena Buenos Aires


Cien veces me he librado de la muerte. Yo,
Schorschi, ese chico pálido de la calle Werdertor.

Nací de un parto complejo el año 31, en los días
en que aquel bigote cuadrado fundó el partido nazi
la tos convulsa hacía furor entre los niños
mientras se disparaban los brazos en las cervecerías.

El azul Danubio se tiñó de gris antisemita.
Motociclistas pardos lucían camisas nuevas,
incontables botas negras de punteras de acero
pisoteaban médicos ancianos y se torcían de risa.

Con dientes de leche fui a cruzar los mares,
violines gitanos me hacían dormir agitado,
la emigración me enseñó a masturbarme
y a mentir, y a soportar un sinfín de soledades.

Hasta los barcos llegaban los gases asesinos,
las gaviotas picoteaban el pan en la estela de popa,
se les llenaban los buches de reflejos dorados,
se iba el 38, mis gitanos ya lustraban violines argentinos.

Derroté la escuela primaria en Stalingrado
la sangre de Von Paulus la bebí con deleite,
liberé Paris una tarde en Plaza Francia,
mientras me hacía hombrecito en un caserón de Belgrano.

Entré a la secundaria llevando a Perón de la mano
Un diecisiete de octubre nublado en Martín García,
Ese año de bonanza nos eximimos con cuatro,
De las huelgas al rugby trotamos unos pocos pasos.

De la adolescencia salí los huesos destrozados
seduje a la violencia, llegué a ser su amante,
en esos años cualquier consigna era una melodía
para mi, un imberbe que aun no sabía atarse los zapatos.

Un día en Paris con la Piaf a mi lado,
escuché a Thelonius, que fornicaba el piano,
llenamos el Olympia y la Alhambra dos veces,
eramos les créoles de Pigall, los árabes de Cartago.

En el Sahara supe la muerte de mi padre,
yo almorzaba en la tienda de un berebere de Fez
con mi hijo de la mano volví a Buenos Aires
mientras Lydia en Montmartre abortaba mi sangre.

En el cincuenta y cinco por fin me encerraron,
disfrazado de argentino me liberé de mi madre,
fragmentos de la historia me invadieron el cuerpo.
En la Diecisiete de Las Heras amanecí temblando.

Tintinean las fichas de nácar en el paño,
hoy me toca apostar todo el mar más mi vida,
lustros que se juegan en decenas de espejos,
y el Chivas Regal gotea sobre mis zapatos blancos.

Otro día conquisté Bolivia, patria sustituta,
con Silvia cruzamos el Titicaca remando la poesía,
en Potosí, en Cochabamba, con sorojchi y nostalgia
y del Alto a La Paz bajabamos volando en las curvas.

Hoy con casi ochenta, siempre con el viejo deseo,
junto el coraje final con la memoria emotiva,
Improviso mi vida, saco de mi galera de viajes
Los naipes que mezclé y el adiós y el silencio.


Jorge Hacker, 2010.

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